El día de Muertos y su falso sincretismo (Mi opinión)

Desde hace años que dejé de creer que la religión era algo necesario en mi vida. La razón es que desde niño he presenciado como la gente que más apegada es a las cuestiones religiosas es la más hipócrita, la que más lastima a otros, la que le importa poco el dolor ajeno, cuando se trata de seguir ambiciones mundanas, o desahogar sus deseos más perversos o sus instintos más bajos 

Y luego de esto viene el sentimiento de culpa, y para no sentir vergüenza ante todos por batirse en la mierda, van a las efigies religiosas a llorar. De repente quieren decirles a otros que está bien y que está mal. La conciencia no los deja en paz, te piden perdón, pero no para ser mejores personas, sino para sanar lo que de momento los atormenta. Sólo para después, continuar en el círculo vicioso, bajo la excusa de que sólo un dios los puede juzgar, no son perfectos, y que dicho dios perdona cuando se le dice “señor no soy digno (a) de que entres en mi casa”. Pues si eres una porquería de persona nadie querría visitarte a menos que hubiera algo de beneficio de por medio para ambas partes; que nada tendría que ver con la amistad o una buena relación.

En fin, pero el abordar porque la gente busca la religión o mira hacia arriba cuando siente que el mundo se le viene encima no es el tema principal de lo que escribiré en este texto. Aquí abordaré porque es falso que el Día de Muertos como lo conocemos en México no tiene ninguna relación ni origen, mucho menos es un sincretismo de las creencias prehispánicas en ninguna de sus formas. 

El Día de Muertos sólo sirve para acrecentar los sentimientos de autocompasión, de abnegación ante la pérdida y el dolor que como resultado te vuelve sumiso ante los abusos de los poderosos, de los adinerados que como perros a la basura buscan el dinero. Y luego te dicen que el sufrimiento es necesario, que lo que te hacen es para que te vuelvas fuerte y tal vez y quizá tal vez un día seas como ellos (ricos, panzones, perversos, enfermos) pero claro, al final de la vida te arrepientes ante una efigie religiosa y todo perdonado.

Se inventan ideas como que existe un purgatorio, que si pecamos es porque no somos perfectos, y que si es válido arrepentirse a cada rato es porque así somos. Mientras quien perdona a los que se les ha causado tanto dolor con el pretexto de que no se sabía lo que se hacía y al final sólo queda el arrepentimiento y pedir disculpas ¿Cómo reparas el dolor que infligiste? ¿Con retablos, rezos y palabras al viento por montones? Obvio que no.

Al Día de Muertos en México se le ha dado un carácter de sincretismo sin ningún fundamento. Sin embargo, nadie o casi nadie se atreve a cuestionar estas falsas raíces que supuestamente tiene dicha celebración. 

De entrada, en el México antiguo la muerte no se veía como un momento de pena, sino un momento para celebrar el siguiente paso hacia un inframundo en el que se descansaba para después quizá volver a la vida como ocurría en el Mictlán (nombre para el inframundo según varias civilizaciones mesoamericanas.

No soy el único que afirma esto y de hecho el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) tiene un artículo en su página al respecto escrito por el arqueólogo Víctor Joel Santos Ramírez.

Para las culturas mesoamericanas la muerte era para dar vida, por ello es que la sangre era el símbolo vital que necesitaban las antiguas deidades, que en que dichas culturas creían necesaria para que hubiera abundancia en los alimentos y bienestar para todos. De ahí las distintas festividades en las que los sacrificios humanos eran comunes con el fin de que la vida continuara.

 


 

 

 


Las Guerras Floridas eran un claro ejemplo de que no existía esto de celebrar un día de muertos. En dichas guerras se peleaba para obtener presos que sirvieran para ser sacrificados en las festividades mesoamericanas.

Otro ejemplo es que cada 52 años las civilizaciones del Anáhuac celebraban el inicio de una nueva era en su cosmovisión, encendiendo un fuego en el pecho de un sacrificado como símbolo de que los dioses antiguos daban su aprobación para que la existencia humana continuara. No había esto del pan de muerto (aclarar que el pan es un invento europeo y no mesoamericano).

En el México antiguo, al morir una persona era una alegría porque si había tenido una vida ejemplar, su descanso en el inframundo estaba garantizado. No le llevaban flores de distintos colores. No le hacían un altar para recordarlo. Los guerreros sabían que, si morían como hombres leales a sus creencias, el morir en batalla era su gran recompensa.

Los tamales no eran para los días de los finados, eran el almuerzo común de aquellos que todos los días salían de sus casas a comerciar o laborar en lo que fuera. Las flores de cempasúchil no eran para celebrar a los muertos, sino para adornar jardines, plazas o casas.

Si la gente cree que miento debería consultar a los historiadores, antropólogos y arqueólogos más renombrados en el México antiguo; desde Eduardo Matos Moctezuma, Miguel León Portilla, Alexandra Uchmany, Paul Kirchhoff, Alfredo López Austin, y más atrás Alva Ixtlilxóchitl, Alvarado Tezozómoc o bien Bernardino de Sahagún y Javier Clavijero para que puedan decir si lo que digo está errado o mal fundamentado. Como también en códices como el Borgia se puede apreciar que no existía una práctica de celebrar a los muertos con altares, flores, comida y otras cosas.

En conclusión, no creo que el mentir sobre un falso sincretismo sea una forma de alivio ante la pérdida del ser querido. Mejor, si la persona que se va tuvo una vida en la que la honradez, el respeto, el esfuerzo, la lealtad fueron sus valores a seguir, mejor celebrar esos valores y seguir su ejemplo. Es todo.

Bruno Armando de la Cruz Chuzeville

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